Vencer...
La palabra “vencer” tiene cerca de quince acepciones en el lenguaje español pero en el mundo del fútbol tiene un solo significado, claro y conciso: “rendir o derrotar al otro”; el sistema del fútbol, en término descriptivos, se compone de unidades conocidas como “equipos”, las mismas se van agrupando hasta formar una determinada estructura conocida como “liga”, “certamen”, “torneo” o “campeonato”, quizá cada estructura tenga características diferentes pero su dinámica es invariable: las unidades se enfrentan entre sí porque es el único destino que puede llevarlas a satisfacer la necesidad de gloria para auto completarse y, en ese sentido, el único camino certero y seguro es la victoria; la lógica del sistema es puramente rival, no existen aliados ni amigos, cada encuentro es completamente bipolar y por eso el único resultado satisfactorio es la victoria.
Ahora bien si hay algo que nos enseña la historia del fútbol es que hay determinados momentos en donde el sistema pierde su lucidez, se vuelve chato, en el momento en que una unidad determinada logra dominar a todos sus adversarios e impone su imperio de forma absoluta, podríamos decir que la dinámica normal del fútbol se corrompe, hay una clara disrupción y ya no estamos en presencia de polarizaciones parciales, es decir por partido, sino total: el absoluto vencedor y todos sus vencidos, el que merece ser llamado “in”vencible; y esa pequeña preposición supone una identidad única: “que no puede ser vencido”.
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